Proyecto Guatemala

En 2017 WAWITAI comienza a prestar cier­ta ayuda a un centro infantil situado la Barriada de Lo de Coy, Mixco; en Guatemala. Se llama el El Centro Social Ascensión Sánchez y Ana Raquel Quispe la responsable del comedor de los niños ¿Por qué…?

La misma asociación que trabaja en la Guardería “El Ángel” de Bolivia y a la cual venimos ayudando desde 1995 en el soporte de alimentación y formación para l@s niñ@s; y que fue uno de nuestros primeros compro­misos, inicia en 2016 una nueva andadura de características similares en Guatemala capital y, dicho año, nos solicita ayuda en varias ocasiones.

Foto del comedor

Inicialmente es una ayuda para la construcción de los edificios y claro; como entidad pequeña que somos, nuestras aporta­ciones no llegan a ese nivel. Pero les decimos que en lo que se refiere a la manutención de l@s niñ@s que la ne­cesiten, pueden contar con nosotros. Claro está: en la medida de nuestras posibilidades…

Y eso es lo que WAWITAI hace de 2017 a 2022.

La intención es mejorar la alimentación; clave para impulsar el rendimiento escolar de los menores en riesgo de desnutrición infantil. La Barriada es una extensa aldea donde viven familias en situaciones de vulnerabilidad debido a que no tienen acceso a servicios básicos como una vivienda propia, medicinas, e incluso alimento.

Conforme la población crece aumentan las dificultades, pues los recursos son escasos y las familias no tienen los medios necesarios para cubrir siquiera las necesidades de los más pequeños de la casa. En esta situación, la desnutrición infantil es uno de los grandes problemas, seguido del analfabetismo. Los niños normalmente no pueden asistir a la escuela; deben atender a sus hermanos más pequeños mientras las madres trabajan. Y los que tienen la posibilidad de asistir, no tienen el rendimiento necesario debido a la mala alimentación y a la falta de nutrientes.

Además, las clases tienen un número muy alto de alumnos debido a la falta de escuelas en la zona, lo que dificulta el aprendizaje a pesar del esfuerzo de los profesores por atenderlos a todos.

A esto se le suma que muchos niños no están motivados a aprender y descuidan el estudio. La familia no exigen ni valoran la educación; lo que desemboca en que muchos tienen una formación escolar mínima: apenas pueden resolver operaciones matemáticas básicas y leen con mucha dificultad. Por otro lado, muchos menores viven en familias desestructuradas que, sufrieron abandono paterno, las madres se ven obligadas a trabajar para salir adelante con sus hijos.

En muchos de estos casos los niños tienen que abandonar la escuela porque tienen que cuidar de sus hermanos pequeños; o su familia no puede afrontar el gasto que supone la escolarización. Frecuentemente estas familias tienen viviendas de una sola habitación con apenas lo necesario.- Algunas ni siquiera disponen de agua…

El Centro  pretende mejorar la situación de las familias que viven en esta zona poniendo a su disposición varios servicios que les ayuden a cubrir las necesidades básicas y favorecer el desarrollo pedagógico de los menores. Las becas comedor del centro van dirigidas a niños en edad escolar para reforzar su alimentación a través del almuerzo, aportándoles los nutrientes necesarios para que puedan tener un adecuado rendimiento en la escuela y facilitándoles la asistencia a las aulas de apoyo, además de evitar que pasen tanto tiempo solos en casa con los peligros que ello conlleva.

Una bonita labor, muy parecida a la que iniciara Sara Romero en  la Guardería El Ángel en Santa Cruz de la Sierra de Bolivia, en 1982.

Pero a Guatemala le acecha una sombra tan extensa que es imposible de saltar. El Covid 19 se presenta allí, como en el resto del planeta; solo que a poco de empezar la actividad, representa un duro mazazo para las ilusiones puestas en el Centro. Tan duro y tan extenso que, afectando a más instalaciones de la congregación a las que hay que desplazar personal, y perdiendo en la pandemia a algunos de sus miembros, el nuevo proyecto se queda sin personal al poco de empezar y, en 2022, tiene que cerrar.

Es una gran pena. Supone dejar sin protección a aquellos niños y familias a las que se asistía. Es duro saber que en esta casa en la que vivimos los humanos, hay niños que no pueden acceder a un estilo de vida que tan normal nos parece en el mundo que llamamos desarrollado. Más duro aún saber que muchos de ellos no podrán acceder a él, nunca.  Pero lo que es realmente aterrador, es soltar su mano agarrada a la nuestra mientras nos miran a los ojos confiados en la salvación aparecida gracias a la iniciativa y que, como un espejismo,  desaparece dejándoles de nuevo en la tragedia en que vivían. Esa sí que es una mirada imposible de olvidar.

Pero no está en nuestras manos y nada se puede hacer. Salvo confiar en que el número de personas capaces de afrontar este reto personal de dedicar la vida a salvar las distancias que nos separan, crezca en nuestra sociedad. Y en paralelo, la concienciación para ayudarles económicamente, en el resto de nuestra sociedad.

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